Guillermo Villarreal - Columnista de DyN
BUENOS AIRES.- La presidenta, Cristina Fernández, no pudo imponer el nombre que pretendía como carta fuerte para la embajada argentina ante la Santa Sede, por lo que tuvo que contentarse con la segunda opción, no menos importante, en su intento de tener una comunicación más fluida y directa con el papa Francisco. Para sorpresa de militantes y eclesiásticos, el primer nombre en carpeta fue el de José María del Corral, un hombre de confianza de Jorge Bergoglio y actual coordinador de Scholas Occurrentes, la red mundial de escuelas para el encuentro y la paz que promueve el pontífice.
Pero la primera mandataria consiguió un rotundo no del Papa a esa idea, pese a que hizo todo lo que estuvo a su alcance para nominar al docente en la representación diplomática, incluso apuró en el Congreso la declaración de interés nacional de esa iniciativa educativa global. “José ya tiene una misión educativa y social muy importante que le encomendé y seguirá en esa tarea. Tendrá que pensar en otra persona”, le respondió Francisco según una fuente vaticana consultada por DyN.
Otras fuentes, sin embargo, afirman que el Papa se negó a “prestarle” a Del Corral tras recibir informes sobre cierto intento de “La Cámpora”, la organización ultrakirchnerista juvenil que lidera Máximo Kirchner, a “politizar” esa propuesta pedagógica de inclusión social. Pese al traspié, la Presidenta accedió al pedido que le hizo el Papa durante el almuerzo que compartieron el 20 de septiembre en el Vaticano y llevó a Del Corral a Nueva York para dar a conocer el programa educativo papal en Naciones Unidas.
En ese contexto comenzó a tomar forma la decisión de nominar a Valdés para suceder a Juan Pablo Cafiero en la delegación diplomática vaticana. Un puesto clave para el kirchnerismo “converso” y ahora adulador del protagonismo religioso y político de Bergoglio.
A Valdés se le atribuye haber logrado, junto con Alicia Oliveira, ex defensora del Pueblo y amiga del pontífice, ese cambio de postura en la militancia. Empero el nombre del dirigente peronista porteño y ex jefe de Gabinete de la Cancillería, a quien Néstor Kirchner echó en 2004 a raíz el conflicto diplomático con Cuba por la médica Hilda Molina, ya figuraba en la carpeta de opciones, aunque en un segundo lugar. Dos mediaciones suyas recientes con el Santo Padre, lo habían ubicado en esa posición.
Valdés intervino, a título personal, a raíz de la polémica por la supuesta carta “falsa” de Francisco a la Presidenta por el último 25 de Mayo, que luego se aclaró era una telegrama oficial. El “Gordo”, como se lo conoce, envió en la madrugada un correo electrónico al Papa alertándolo sobre el escándalo que se desató por la denuncia del oficial de protocolo del Vaticano, el sacerdote argentino Guillermo Karcher. No habían pasado tres horas y Bergolio le respondió pidiéndole que aclare el malentendido ante las autoridades.
El ex legislador porteño fue también quien le entregó en mano a Fernández de Kirchner la carta manuscrita en la que Francisco la invitaba a almorzar en el Vaticano, que se concretó el 20 de septiembre. Valdés reveló en una entrevista radial que Francisco improvisó el texto de esa misiva, que él casi extravía en su viaje de Roma a Buenos Aires, en un encuentro que mantuvo con el pontífice en la Casa Santa Marta donde reside. En la Casa Rosada ponderaron esa “llegada directa” de Valdés a Bergoglio, en contraposición al papel excesivamente protocolar que percibían en la gestión de Cafiero, por eso la Presidencia decidió el cambio.
La designación de Valdés fue remitida al Vaticano y recibió el plácet de estilo una semana después. Un pronto despacho que en Balcarce 50 se consideró como otro “gesto de cercanía” del Papa hacia la Presidenta. Todavía resta que el pliego con la designación de Valdés sea aprobado en la Comisión de Acuerdos del Senado, aunque se descuenta que el trámite tampoco demorará mucho ni tendrá trabas.